AÑO DE VISIÓN

“Hablando con el Corazón”

Mientras hacía fila en el supermercado, esperando mi turno para pagar por mis víveres, comienzo a mirar mis manos cubiertas de guantes azules y agarrada de el carrito de compras. Mi boca tapada por una máscara que cubría toda mi boca, nublando mis lentes y apenas podía respirar.

De pronto vino a mi mente que el mismo lugar donde hacía meses atrás, yo tenía completa libertad para sonreír con las personas, hablarles de el poder De Dios en mi vida, de compartir un producto con otra persona, se había vuelto una impotencia y ya no era una prioridad para nadie.

En mi mente regresé a los momentos donde podía pasarle un producto en las manos a un desconocido, compartir un “Buenos días” o un “Dios te Bendiga”. Encontrarme con un paisano (o) y estrecharle la mano o darle un fuerte abrazo. “Los puertorriqueños” nos especializamos en hablar “algo” alto y somos muy fáciles de ser distinguidos donde quiera que nos encontremos, ya que nos saludamos y sin conocernos en ese momento, solo necesitamos unos minutos para preguntar por el nombre, dirección, teléfono y de qué pueblo eres. Al menos son las preguntas básicas, Ah! y también preguntamos por la sección de los productos “Goya”. Terminas con un papelito para decirles “Yo te llamo” “Cuídate” “Gusto en conocerte”. Pareciera que nos conocemos de toda la vida. “Las raíces llaman la sangre”.

El hecho de tener que entrar al supermercado con la idea de que debo tomar distancia, tener cuidado de lo que toco o simplemente tener que ignorar a las personas a mi alrededor, causó una gran tristeza en mi interior. Sentir que cada uno de nosotros se detiene para ver quién se mueve primero, o tener que presenciar los insultos de otros que no toman las medidas necesarias. Me angustia tener que enfrentar estos momentos que jamas pensamos podrían ocurrir. ¿Hasta cuándo, tendremos que seguir con esta interrupción global que está consumiendo el interior de tantas personas? Nadie lo sabe y eso nos vuelve impotentes a lo que muchos le entra el temor y la desesperación.

De pronto comienza algo en mi interior a decirme “Habla con el Corazón”. Estas palabras me impactaron porque sin darme cuenta me había dejado arrastrar por las circunstancias y entendí que unos guantes y una máscara no eran lo suficientemente fuertes para apagar el fuego que Dios ha grabado en nuestro interior a través del corazón.

Ciertamente el corazón tiene el poder de amar u odiar, de alabar o maldecir, me corresponde a mi tomar la decisión de actuar a favor de los demás. Venía muy fuerte a mi mente; ¿Cuántos aun sin la mascara no hablan de el amor De Dios, o no comparten un saludo? ¿Cuántos aun sin la mascara se acordaron de el hambriento o de el necesitado? ¿Cuántos aun sin la mascara se olvidaron De Dios? Entendí que en realidad la mascara no es un impedimento para cambiar o controlar mi interior.

Después de todo la mascara no tiene poder para evitar el hecho de “Hablar con el corazón”. Mientras nuestro corazón esté dispuesto, podemos orar, podemos bendecir, podemos desear lo mejor a otras personas. Podemos clamar por La Paz de su corazón si está molesto, desesperado o cualquiera que sea la circunstancia, por la que cualquier ser humano esté atravesando, Al fin de todo el Señor no rechaza un corazón contrito y humillado y quien hace la obra en todo ser humano es El Espíritu Santo.

En ese momento La Paz del Señor llenó mi interior y pude sentir la necesidad que hay de “Hablar con el Corazón”.

Deseo compartir algunos textos bíblicos que podemos meditar y orar con nuestra familia para fortalecer nuestros corazones y podamos recibir bendiciones en nuestro interior y así transmitir a otros. No es tiempo de criticar, juzgar o desesperos, sino de clamar la Palabra De Dios en todo momento y hacerla nuestra, para el alivio y sanidad de nuestro interior. Todos sabemos que nosotros no pedemos dar o transmitir lo que no tenemos, es por eso que es necesario llenar nuestro interior primero para poderlo transmitir a otros.

  • Salmos 133:1 – ¡Cuán bueno y cuán agradable es que los hermanos convivan en armonía!
  • Salmos 103:17-18 – Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos, con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra.
  • Proverbios 17:17 – En todo tiempo ama al amigo; para ayudar en la adversidad nació el hermano.
  • 1 Juan 3:2-3 Queridos hermanos, ahora somos hijos De Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que habremos de ser. Sabemos, sin embargo, que cuando Cristo venga seremos semejantes a él, porque lo veremos tal como él es. Todo el que tiene esta esperanza en Cristo, se purifica a sí mismo, así como él es puro.
  • Lucas 11:13 – Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuanto más el Padre Celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!

¡OREMOS!

  • Padre bueno y amado, gracias por tu amor y misericordia.
  • Gracias porque nos das la oportunidad de servir a otros.
  • Danos ojos espirituales para discernir la necesidad de otros y poder interceder por ellos. Que no se turben nuestros corazones, Señor.
  • Habla a nuestro interior y llénamos de tu Palabra para que aunque la boca esté cerrada, nuestro corazón esté siempre abierto y dispuestos para interceder por los demás.
  • Declaro Señor que la Sangre de Cristo me es suficiente para creer en sus milagros y prodigios.
  • Su Sangre me garantiza sanidad, paz y todo lo necesario para confiar en tan grande poder.
  • Perdona por favor mis iniquidades y limpia mi interior para que pueda yo ser de bendición a otros.
  • Si nunca he aceptado la verdad de tu Palabra, yo te acepto en mi corazón y me comprometo a saber mas de ti, de tu poder y de tus promesas para conmigo. Lávame con tu sangre y seré limpio.
  • Te amo Señor con todo mi corazón y te pido por favor que escribas hoy mi nombre en el “Libro de La Vida”.

¡AMEN!

Me llamo Mildred Narvaez, soy casada, tengo hijos, nietos y un bisnieto en camino. Vivo enamorada de La Palabra De Dios. Fundadora de "Antojitos Espirituales". Deseo servir a Dios y llevar mensajes que nos ayuden a sanar nuestras almas.